24.12.05

Pare chofer

Para un ciego tomar la micro se hace bastante difícil, lo sabemos. Llegar a la esquina y esperar. Saber que la mente dibuja la ruta mientras camina y le hace recorrer sólo con sonidos y olores, que únicamente él percibe, los pasos hasta llegar a ese lugar: la esquina de Ossa con Orella. Mira para los lados (sin mirar) siguiendo los sonidos. Nadie a quien pedirle ayuda. Escucha las micros pasar o detenerse sin saber cual es cual. De pronto un niño, lo sabe por los pasos, o por el olor a pelo mojado después de jugar a la pelota en la plaza.
-¡Niño, niño!, ¿vendrá por ahí la veintinueve?
El chico mira y asiente. Entonces se adelanta dando un par de pasos y el bastón vuela por los aires.
Lástima, el chofer no lo vio.

La excusa

Al bajarse de la catorce mira hacia la izquierda. De esa dirección debe venir con su pelo ensortijado y su blusa negra destejida. De su bolsillo saca una caja de fósforos. Ella caminará indiferente con los fonos a volumen escuchando a ese cantante de reggae Baju Banton. Él toma un palito y lo coloca entre sus paletas inferiores. Es la terapia desde que dejó de fumar. Mira nuevamente a la izquierda. El reloj marca las ocho diez y aún no se divisa. Saca su celular y marca. Nadie. Muerde el fósforo hasta que decide escupirlo. Inhala profundo. Ella no debe tardar ya que su promesa es llegar a la hora, piensa. Marca el número. Cuando son las ocho treinta él ya ha mordido varios palitos. A esa altura sabe que no vendrá. Entonces saca los cigarros y tararea a Sinatra. Camina a la otra esquina. Enciende el cigarrillo. Con la primera pitada la tos le quita el aliento. Mira para atrás y fuma.

Para ir al estadio.

-¿Señora, cómo llego al estadio regional?-¿¡Queeé!?-¿Si ud. me puede decir qué colectivo me deja en el estadio?-Mijito, no creo que sea buena idea ir al estadio. Lo que pasa es que queda lejos y tiene que tomar un colectivo allá, ¿ve?, en la esquina donde hay un letrero. ¿Me entiende? Pero no vaya. Mire, el año pasado fui por ese lado y el tipo del colectivo era un roto, porque cuando subí le pague altiro el pasaje y me fui mirando por la ventana, él me metía conversa, pero yo miraba pa´fuera. Entonces subió una rubia y él le miraba las piernas. Yo le había pagado, pero cuando me fui a bajar él me dijo: -¡Y! ¿No me va a pagar el pasaje?-Pero si ya le pague.-¡Señora, no se haga y págueme el pasaje!Yo conté las monedas y me faltaba lo justo, entonces le dije y él me agarró a garabatos. Igual me bajé. Y la rubia me gritó por la ventana ¡Vieja sinvergüenza! Se imagina mijito ir para allá.

Esa rara sensación de cada día
Cada día el mismo recorrido: Salgo de mi casa. Camino hasta la esquina. Espero. Viene la micro. Estiro el dedo. Se detiene y de un brinco me apodero de la pisadera. Avanzo al fondo del pasillo. A la pasada siento el calor virginal de las escolares que al igual que yo esperan que algo extraordinario les pase. Pero nada. Cada día es igual al anterior, excepto porque hay días que sí y que no. Hoy fue no. Tal vez mañana tenga la suerte de la semana pasada y logre meter la mano al bolso de alguna vieja de esas que el trabajo las tiene chatas, de esas que al igual que mi madre salen a la calle esperando que la suerte les cambie. Que reclaman porque no alcanza la plata y pueda sacarles el celular o el monedero y entonces me baje con esa sensación de alegría y tristeza. De pensar que un día llegaré a la casa y mi madre estará llorando porque un desgraciado le robó la plata de toda la semana.